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En desarrollo de las actividades programadas por el Grupo ‘Jueves del Centenario’, la escritora y poeta Águeda Pizarro presentará este jueves 21 de noviembre su Libro ‘Euridisiente’.
El acto se cumplirá a partir de las 7:00 de la noche, en la Biblioteca Centenario, con entrada libre.
Este evento, organizado por la Secretaría de Cultura y Turismo de Cali, a través de la Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias, se desarrollará en la Cafebrería, el espacio para degustar una deliciosa bebida fría o caliente, disfrutando de la brisa que baña el oeste de Cali.
De Águeda Pizarro, quien fue esposa del reconocido pintor Ómar Rayo, se puede decir que es una neoyorquina de nacimiento, con padre español y madre rumana.
También proviene de una bisabuela alemana y un apellido materno que se remonta a los tiempos del emperador Trajano, en el Siglo II.
Es la mezcla que corre por las venas de Águeda Pizarro Oniçiu, cuya familia parece sacada del realismo mágico.
La autora nació el 15 de noviembre de 1941, tres semanas antes de que los Estados Unidos entraran a la Segunda Guerra Mundial.
“Éramos pobres y vivíamos en Brooklyn, en un apartamento pequeño”, recuerda.
En la cuadra vivían irlandeses ricos, judíos huidos del régimen nazi e italianos de la mafia. Había una casa japonesa en la cual vivía una familia judía.
“Y una de las niñas fue casi como mi hermana. Jugábamos sin poder entendernos, porque ella hablaba inglés y yo español”, rememora.
Su padre, don Miguel Pizarro Zambrano y García de Caravantes, fue amigo de infancia y compañero de estudios de García Lorca.
“Mi papá ayudó a Federico a darse a conocer. Como periodista de ‘El Sol’ de Madrid, publicó sus poemas cuando no era conocido”, precisó.
Otra figura importante fue la de la filósofa María Zambrano, prima hermana de don Miguel. Fue discípula de Ortega y Gasset “y después de él, María es el filósofo más importante de España en el Siglo XX”, al decir de Águeda.
Años más tarde, en una entrevista, María dijo que “mi padre fue su primer amor y la persona más bella, por dentro y por fuera, que había conocido en su vida”.
Cuando la pensadora vivió en México “tuvo una influencia increíble sobre Octavio Paz”, dice su parienta.
Si los personajes deslumbran, las aventuras asombran. En 1922, Pizarro se fue a dar clases de español en la Universidad de Osaka, Japón.
García Lorca lo despidió con poema para deplorar su partida: “¡Miguel Pizarro!/ ¡Flecha sin blanco!/ ¿Dónde está
el agua/ para su cisne blanco?/ El Japón es un barco/ de marineros antipáticos./ Una luna y mil faroles./ Sueño de papel pintado”.
En 1931, a Miguel lo nombraron agregado en la embajada española y tres años después “mi abuelo logró que lo trasladaran a Rumania. También debía dictar clases en la Universidad de Bucarest”.
Llegó tarde, porque cuando atravesaba Siberia en el Expreso de Oriente, el tren fue asaltado por mongoles.
“La leyenda dice que debió quedarse varios días escondido debajo de una silla, en compañía de una alemana llamada Lydia”, relata la escritora.
En la universidad estaba la estudiante de filología románica Graziana Oniçiu, nacida en las Montañas Blancas de Transilvania, reino de Vlad Drácula.
Como se especializaba en español, la joven tuvo por maestro a Miguel Pizarro. Entonces “decidió que debía conocer mejor a ese profesor exótico y bello que traía poesía entre las manos y había estado en Japón. Lo cual no era poca cosa en esa época”, dice Águeda Pizarro.
La muchacha fue a su despacho: “Señor Pizarro, estoy muy embarazada”, por decir que sentía vergüenza de estar allí. Él la miró y le dijo: “Señorita, no sé en qué pueda ayudarla”, y así comenzó la relación.
Poco después fue Graziana a tomar un curso a la Universidad de Santander y allá recibió clases de teatro con García Lorca y conoció al torero Ignacio Sánchez Mejías, “no me sé cómo”.
Allá recibió carta de Miguel “anunciándole que se casaría con María Zambrano, pues esa era una relación muy vieja y había ido a Estoril para estar con ella. Mi mamá, desolada, pero siempre orgullosa, regresó a Bucarest”, dice Agueda Pizarro.
Pero no se casaron y rompieron definitivamente. Pizarro reanudó relación con su discípula rumana cuando estalló la Guerra Civil española, en 1936.
Este se hallaba en Barcelona. “Mi mamá, angustiada, fue a la embajada española en Bucarest para tratar de ayudar a su novio”. Pizarro le escribió diciéndole: “Puedo perder hasta la vida si tú les dejas saber dónde estoy yo”. Estaba en París.
El Gobierno Nacional lo nombró cónsul en Nueva York y desde allá escribió a su novia: “Yo no sé si os queréis casar conmigo. Piénsalo muy bien, porque puedes perderlo todo: tu país, tu familia y hasta la vida”.
Graziana viajó en trasatlántico y luego atravesó los EE. UU. en tren. Se casaron en Carson City, Nevada, “donde se podían casar rápido”, prosigue la hija.
Águeda Pizarro no hablaba inglés, porque en casa siempre se habló español, nunca rumano.
Así que “cuando empecé kínder lo aprendí con facilidad”, confiesa la hija. Ya en ese entonces, “me consideraba ciudadana del mundo, porque España era inalcanzable”.
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