
En la tercera jornada del XVIII Festival de Música del Pacífico ‘Petronio Álvarez, la Secretaria de Cultura y Turismo de Cali participa en la tradicional balsada de la ‘Virgen de la Asunción’, con el propósito de contribuir a la descentralización de las actividades del certamen.
Dicha participación se realiza a través de la Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali, aportando a la formación y recuperación de las costumbres de las poblaciones del litoral, desde la oralidad a la escritura y a la lectura.
La participación se hace a través de la Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali.
Con balsadas o procesiones acuáticas se celebra esta fiesta el 15 de agosto de cada año, en el sector del Consejo Comunitario La Playa Renaciente (costado derecho antes de pasar el puente de Juanchito).
Las actividades en honor a la Virgen de la Asunción se inician desde la alborada con el sonar de tambores y el bullicio de la pólvora, que convoca a los habitantes de la comunidad. En horas de la mañana los diferentes espacios se llenan con los colores representativos de la bandera del Consejo Comunitario de negritudes de la Playa Renaciente.
En la tarde se espera la llegada de decenas de niños, niñas y agentes culturales de la Red de Bibliotecas Públicas que participaron en los diferentes talleres de oralidad y literatura. El río Cauca se recorrerá en balsas hechas con guaduas y canoas de hierro de los areneros y pescadores, dispuestos a navegar entre la danza, el sonido del agua y las voces de las cantoras.
Terminado el recorrido se dará inicio al rezo del Rosario a la luz de las velas, que serán colocadas alrededor de la Virgen, donde todos harán sus peticiones.
Al descender de las barcas la procesión de la Virgen continúa por las calles hasta la tarima central donde se celebró una Eucaristía, con las voces de las ‘cantaoras barbacueñas’ de la comuna 16.
Información: 312 829 50 20
La playa renaciente: un caso especial
Por Alfredo Vanín Romero
Sobre la vía a Juanchito, sitio que fuera el ícono de la rumba caleña, la misma vía que nos lleva a Candelaria, hay un puente sobre el río Cauca, suspendido sobre las aguas que han visto pasar de todo lo imaginable a lo largo siglos de historia y de conflictos.
Al pie de ese puente hay un retén de la Policía, pero también un árbol de mango y un camino polvoriento que lleva a uno de los sitios más desconocidos de Cali: al ahora Territorio Colectivo del Consejo Ancestral Comunitario de Negritudes “La Playa Renaciente”, forjado con historia, sudor y resistencia.
Es un asentamiento de familias provenientes del norte del Cauca, del Pacífico sur y norte, en un territorio de aproximadamente dos hectáreas, habitado en la actualidad por 720 personas.
La historia es necesario rastrearla hacia el siglo XVII, cuando empiezan a llegar de manera forzada hombres y mujeres africanos de distintos pueblos y etnias de la costa occidental africana, al sur del Sahara, con lenguas y culturas diferentes, primero a Cartagena y luego a Popayán y desde allí redistribuidos hacia las haciendas y reales de mina del suroccidente de la Nueva Granada. El río Cauca tenía puertos en los que se desembarcaba a los esclavizados. Uno de ellos es el sector conocido ahora como Puerto Mallarino.
A lo largo del siglo XX, los areneros y pescadores, procedentes de Puerto Tejada, Suárez y otros pueblos nortecaucanos, constituyeron un pequeño poblado de paso que con el tiempo se fue consolidando con una población dedicada a la extracción de arena, la pesca y el corte y procesamiento de la guadua, como les narró el historiador Santiago Arboleda.
Posteriormente, a mediados del siglo XX, empezaría la afluencia de familias de la zona costera del Pacífico colombiano, con unos aportes culturales que marcó su perfil identitario actual.
El Consejo Comunitario tiene escrita una cronografía de los hitos históricos del territorio y fotografías de eventos, mapas y hasta escrituras públicas que muestran las fases de legalización del poblamiento.
La Playa Renaciente ha sufrido múltiples interpretaciones y definiciones como territorio, desde la institucionalidad y desde la misma comunidad, a la que esta última finalmente logró darle su continuidad como espacio ancestral de comunidades negras. A sus habitantes alguna vez los trataron de invasores, como una manera de desalojarlos, pero la tenacidad ha dado sus frutos: el territorio no pudo ser convertido en barrio urbano, sino que sigue siendo zona rural de Navarro, ahora como territorio colectivo.
El lugar donde se encuentra en este momento el Consejo Comunitario era el desembarcadero de esclavos que venían desde Cartagena hacia el Gran Cauca. En 1780, Juanchito ya existía al otro lado del río, ya existía una vía. En 1844 se dio la Rebelión del Perrero, por el peaje que quiso colocar uno de los Caycedo y Cuero.
Para los abuelos de los actuales pobladores, “los antepasados viajaron en grandes buques de calderas”, lo que les permitió tener un gran conocimiento del funcionamiento de los barcos de vapor y posteriormente trabajar en ellos.
De acuerdo con la historiografía local, en 1881 los ricos de la ciudad plantean una idea de desarrollo para Cali, que consistía en la construcción del Ferrocarril del Pacífico y del Puerto Fluvial. En 1883 comienzan la construcción del Puerto Fluvial y terminan la obra aproximadamente en 1887.
En 1916 comienza a funcionar el tranvía, que recogía y transportaba desde el puerto hasta el mercado central todos los productos que traían los barcos a vapor que venían desde La Virginia. En estos barcos llegaban textiles, pan de azúcar, café, cacao, maíz, leña y plátanos. Al puerto también llegaban las balsas de guadua de los ribereños con productos como plátanos, yuca, cerdos, gallinas y pavos; una vez vendidos todos estos productos, las balsas eran desarmadas y se vendían las guaduas. El puerto se cierra en el año 1936.
En ese tiempo existían las barracas, que eran casas pequeñas construidas y atendidas por las mujeres. En estas barracas las mujeres tenían sus camas y sus hornillas para hospedar y preparar comida a todo aquel que llegara al puerto. Trabajaban desde las 2 am hasta las 11 pm. En el año 1952, la personería Municipal de Cali comienza a dar los permisos de construcción en el territorio a las mujeres.
No había parroquia en el sector y por esta razón los curas venían por misión. En el año de 1940 es construida una capilla y se le asigna un sacerdote asuncionista de origen belga y de nombre Jaime Jacobs, quien no quería trabajar en Colombia, porque quería ir de misión al África. Debió obedecer sin embargo la orden de sus superiores y al llegar se encontró con la sorpresa de que gran parte de la población era negra, como en el África. El sacerdote fue bien recibido en el sector, debido a que era el primero que llegaba a la zona de manera permanente.
Establecido el padre en el sector, en el año de 1950 hubo una creciente y les tocó hacer una misión en botes. Realizaron una rogativa a la Santísima Virgen para que el río bajara. Dicen que funcionó y en agradecimiento a la Virgen por escuchar sus peticiones hicieron una fiesta sobre el río en el año 1952, fecha en la que comienza a celebrarse la fiesta en el río a la Virgen de la Asunción, pero es de la mano de doña MélidaVallecilla con quien comienza la gran tradición de la balsada, tal como se desarrolla hoy.
En el año 1959 comenzaron a llegar familias del Pacífico. Los primeros que se radicaron en el territorio fueron Don CatalinoSaa y su grupo musical. Habían sido invitados a tocar y decidieron quedarse. Luego fueron llegando otras familias que inmediatamente se integraron a la comunidad y trajeron consigo muchos elementos culturales de la zona litoral: mitos como la Tunda y el Riviel están presentes en los relatos de la comunidad. Las primeras casas que construyeron eran palafíticas, sobre la orilla del río Cauca, tal como se construyen todavía en muchos lugares del Pacífico, en zonas rurales y urbanas periféricas. Muchos de estos pioneros del Pacífico serían reubicados en el sector de Pízamos.
En el año 2005 comienza la lucha para consolidarse como Consejo Comunitario, con el fin de proteger su territorio, algo que logran finalmente en diciembre de 2007. Y en ese mismo año la celebración de la Virgen de la Asunción, con su balsada y procesión terrestre, es asumida por el Consejo Comunitario. Se financia mediante rifas al interior de la misma comunidad y de barrios cercanos, y cuenta también con el apoyo de la Red de Bibliotecas Públicas de Cali.
Ante las posibilidades de ser desalojados por el riesgo de las inundaciones, su líder Marina Teresa Sánchez argumenta: “El río nunca nos ha hecho daño”. Debido a las sucesivas amenazas de desalojo, el Consejo Comunitario ha mantenido su independencia frente a los políticos. Dicen que no se irán de allí porque el río les proporciona la subsistencia con la extracción de arena, la pesca y el corte y procesamiento de la guadua, tal como lo hicieron sus abuelos. El río ha servido para trabajar, para enamorar, para festejar. La arena ha sostenido el proceso de la construcción de Cali y pueblos cercanos, al igual que la guadua, con la que realizan también artesanías.
En la gastronomía del territorio se destacan platos como la torta de chontaduro y los tamales de piangua (la piangua, no es un producto del territorio, es un bivalvo de los manglares del Pacífico). Algunas de las bebidas típicas del territorio son: el biche, el pelabolsillo y el caigamosjuntos.
La lucha fundamental ha consistido entonces en defender el territorio y la cultura, recurriendo a todas las herramientas de la ley: primero como junta de ciudadanos y posteriormente como Consejo Comunitario.