
Como presagiando su buena fortuna y acogiéndose a la frase ‘El que madruga Dios le ayuda’, don Héctor Emilio López Giraldo llegó hacia las 5:00 de la mañana a la gran carpa donde 9 horas más tarde, con la balota número 173, sería el primero de 1775 en recibir de manos del alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero Velasco, y del ministro de Vivienda Luis Felipe Henao, la ubicación de su nueva y propia morada en esta capital.
A sus 66 años, este humilde hombre de estirpe campesina sostuvo entre lágrimas y la voz entrecortada que recibe esta casa con mucha alegría e ilusión, después de esperar por doce años, cuando llegó a la Sucursal del Cielo huyendo de la violencia que campeaba por los cultivos y el monte de su natal Granada, en el departamento de Antioquia, tierra donde dejó abandonada su finca para nunca más volver –como lo expresa-.
“Aunque extraño la vida en el campo, tener esta casita es una bendición para vivir dignamente con mi esposa, la última parte de nuestras vidas, por eso agradezco a Cali, una tierra que nos abrió los brazos cuando más lo necesitábamos”, argumentó.
Igualmente, Mirna Patricia Perlaza, oriunda de El Charco –Nariño- expresó que gracias a Dios con la nueva vivienda propia dejarán en estos próximos días de vivir con sus dos hijos en una pieza, quedando atrás el desorden.
Con una risita nerviosa solo atinó a decir que se siente contenta y feliz de vivir en Cali y de mirar hacia el futuro de mejor manera, después de cuatro años de angustias y sufrimientos.
A su turno, Ramiro González -nacido en Buenaventura- dijo que gracias al Altísimo logró obtener, después de 8 años, la casa para su familia.
Este hombre de tez negra, manos fuertes y callosas producto de trabajar la construcción, dijo que ahora sí tendrá un palacio donde vivir con su esposa y su ocho hijos, a quienes sacará adelante para que sean hombres y mujeres de bien a la sociedad.
Para Patricia Cruz, quien llegó hace 5 años a la capital del Valle corriéndole a la violencia y desesperanza que se acentuaba en El Tigre –Putumayo- esta es una grandiosa oportunidad que le da Cali a ella y a sus cinco hijos.
Con sus ojos encharcados por las lágrimas decía no creer todavía que ya fuera una nueva propietaria en Cali.
“Doy gracias a Dios y aunque muchos piensen que no es una gran mansión, mi casa es una gran riqueza para que mis tres hijos menores crezcan en condiciones dignas de vida”.
Durante toda la tarde otros 1771 Héctor Emilios, Mirnas, Ramiros y Patricias más continuaron inundando con sus lágrimas de felicidad el sector de Llano Verde, en el suroriente de Cali, un naciente barrio que da vida, alegría, esperanza, futuro y dignidad, a nuevos ciudadanos caleños que ya son dueños de sus propias casas.
Gustavo Sánchez
