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Tres desmovilizados, que dejaron las armas, hoy trabajan en la Asesoría de Paz

Tres desmovilizados, que dejaron las armas, hoy trabajan en la Asesoría de Paz

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María tiene una cicatriz que la atraviesa casi desde la muñeca hasta los nudillos de su mano izquierda. Se la hizo porque se le resbaló el machete mientras cortaba unas hojas de un bejuco para cubrir la ropa que ella debía cuidar mientras se secaba.

Pero esa cicatriz seguramente no se compara con las del alma: convertirse en la madre de sus siete hermanos, ser violada a sus 14 años por tres paramilitares, siendo señorita, y dos intentos de violación, una por cuenta de su padrastro, que la acogió desde que tenía un año. Motivos que como ella dice, sin justificarla, la llevaron a pensar que podría tener una vida mejor y cobrar venganza si ingresaba a la guerrilla.

Ella estuvo durante ocho años en las filas y hace cuatro se le escapó a ese grupo insurgente, que es la misma muerte cuando se quiere decir no más a su sometimiento.

María, al igual que Pedro y  Anita, la más pequeña de este grupo de personas en proceso de reintegración o desmovilizados, como se les conoce coloquialmente, cambiaron  las armas para resarcir el dolor y construir la paz con sus manos,  las mismas que ayer empuñaron fusiles y  granadas.

Ellos comparten sus historias de  dolor y superación, principalmente a los jóvenes en riesgo, para evitar que repitan sus decisiones, mientras cumplen con sus obligaciones laborales; son trabajadores de tiempo completo en la Asesoría de Paz de Cali.

“La paz no se logra solo con la firma en los diálogos de la Habana, que puede ser lo más fácil de hacer.  Ese no es el reto. La tarea es a diario. Está en la decisión de creer y dar oportunidades  a las personas en proceso de reintegración,  que luchan por tener una nueva vida en la legalidad,  y esa forma de ayudar, de construir paz, es vincularlos al mundo laboral”, explica el asesor de Paz, Felipe Montoya.

El funcionario convirtió   su dependencia, en la Alcaldía de Cali, en pionera al trabajar directamente con  desmovilizados.

A María, sin duda, la vida le ha cambiado mucho. Antes de llegar a la Asesoría pasó por la empresa privada, la cual, conociendo su situación, decidió apoyarla y en reconocimiento a su desempeño, le ayudó a terminar su bachillerato y hacer el  técnico en operaciones comerciales.

Claro, a ese mundo académico y laboral llegó cuando ingresó al programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR.
 
“Entiendo que para los empresarios o la gente del común no es fácil creer en nosotros, pero estamos aquí dando la cara, pidiendo perdón e intentando hacer una nueva vida. Por eso, los invito a que crean en nosotros y nos den oportunidades. Que cambien la mentalidad que tienen hacia nosotros.  Ya no estamos delinquiendo”.

Muchas veces se le escucha a María en sus conversaciones a diario -mientras habla con las personas de su trabajo- que desconocían su pasado y recientemente, ante el público del cine Foro de la Plazoleta Jairo Varela, donde se cumplió la Jornada ‘Reintegración en el Suroccidente de Colombia: prácticas empresariales y sociales que construyen paz’.

Ese fue el espacio, liderado por la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Usaid y  la Asesoría de Paz,  donde el sector público y privado y comunidad compartieron experiencias exitosas de Reintegración y qué se está haciendo en Cauca y Valle para construir paz.
 
En ese espacio, María también revela sus más duras experiencias durante los 8 años con la guerrilla. Vio 2 veces a su mamá y la noche que decidió abandonar el fusil y correr por una nueva vida, lo hizo atravesando un correntoso río y caminado sin parar 12 horas para llegar al pueblo, donde se encontró con un ser que fue medio ángel y demonio.

“Aunque  me ayudó  a salir del pueblo que patrullaba, me obligó a acostarme con él a cambio de ayudarme a llegar hasta el casco urbano, donde me podría encontrar con mi familia. No es justificación, pero no tenía ni dinero o un fusil que me diera cierto respeto para que no tuviera que entregar mi cuerpo”, cuenta María.

Agrega que “renunciar a la guerrilla no es como pasar la carta en un trabajo normal.  Allá donde se den cuenta que vos te querés escapar o si lo intentas, pero no lo logras, te someten al consejo  de guerra  y terminan fusilándote. Por  eso,  cuando empecé a madurar la idea de irme y a sentir que mi mamá se podía morir y yo no iba a alcanzar a despedirme de ella, no le dije a nadie.  La presión de volarme también era porque muchos compañeros cayeron por cuenta de los enfrentamientos con el  ejército”.

Y prosigue su relato: “Así que cuando logré hablar con ella, le dije que si al siguiente día no la llamaba era porque me habían matado y gracias a Dios eso no pasó. La verdad, siempre sentí qué él estaba conmigo guiando mis pasos”.

Un nuevo amanecer
María, Pedro y  Anita, que sin saberlo fueron enemigos por militar con distintos  grupos armados, se conocieron durante el proceso con la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, a pesar del miedo que tenía de acercase a esta entidad del Estado.

“Yo había escuchado que después de uno ir a la  ACR, lo mataban, pero eso no es así. Al contrario, la ACR ha estado allí apoyándome. Mi mamá fue la que me convenció que hiciera mi proceso”, afirma María.

Ella hoy ya tiene 28 años y está convencida de que los jóvenes son vulnerables a ser presa de grupos armados, el microtráfico u otros delitos, pero más cuando habitan en sectores marginados.

Por eso insiste en que los padres deben estar allí casi que al frente del cañón con sus hijos.

“No es excusa que porque tienen que trabajar mucho no se enteran en que andan sus hijos o les deleguen obligaciones siendo niños”.

Por eso Pedro, quien recientemente se convirtió en padre por segunda vez, sabe que quiere ser el faro en la vida de sus dos niños, para que no se vayan a volar como él lo hizo, cuando tenía 15 años.

Estuvo  voluntariamente durante 4 años con un grupo ilegal. Los mismos años que tiene su hijo mayor.

“Hoy le doy la cara al mundo. Gracias a Dios tengo un hogar con dos hijos y una esposa que conocí en la vida civil, ella aunque conoce mi historia, a diferencia de su familia, le insisto mucho en que debemos estar pendiente de nuestros hijos”, comenta Pedro, de  27 años, que antes solo sabía de ebanistería y hoy cursa 3 semestre en ventas y administración.

Y eso de estar alerta con los hijos, no solo lo sabe Pedro por su proceso, en el que es común escuchar historias como la de Anita, una desmovilizada de escasos 22 años. “Ingresé a las filas cuando  tenía 12 años y estuve allá por cuatro años”. Ella comparte con voz baja la joven de 22 años que en pocos días comenzará el primer semestre de salud ocupacional.

//Ximena Cabrera Minotta
Comunicadora Asesoría de Paz
Contacto: 316 577 4677
Portal: http://web1.cali.gov.co/desepaz/
Redes sociales:
Twitter: @DESEPAZ
Facebook: Asesoría de Paz/ Desepaz -Alcaldía de Cali

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Fecha de publicación: 01/06/2015
Última modificación: 01/06/2015

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