
Una locura, ese es sin duda el término más apropiado para definir lo que en 1994, un grupo de siete actores quiso montar toldo aparte y dio inicio sin pensarlo a lo que hoy todos los caleños conocen como el Teatro Salamandra del Barco Ebrio.
Lo decidieron después de llegar de una gira teatral por España con el Teatro Experimental de Cali, que fue dirigido por el desaparecido Maestro Enrique Buenaventura.
El teatro, que se encuentra ubicado en una vieja casona en el tradicional barrio San Fernando de Cali, que fue comprada por el abuelo del maestro Diego Pombo en el año 1929 por un valor de catorce mil pesos.
El maestro convirtió el comedor de la casa en su taller de pintura y así se mantuvo durante mucho tiempo hasta que un día su esposa Beatriz Monsalve le pidió prestado el sitio para realizar los ensayos del grupo.
Días después se les ocurrió la idea de montar escenografía, alquilar sillas, comprar telón, improvisar un pequeño teatro y el 4 de marzo de 1994, el Teatro abrió por primera vez sus puertas al público sin tener la más mínima idea de lo que se venía.
La primera obra que presentó el grupo fue Krápula Macula, del autor japonés Ryunosuke Akutagawa.
Gracias a que Ramiro Osorio, exsocio de la inolvidable Fanny Mickey, trajo de México el concepto de salas concertadas de teatro y que consiste en que a cambio de recibir ayuda gubernamental para realizar y promocionar sus obras, los grupos se comprometen a mantener un número específico de presentaciones artísticas todo el año, Krápula Macula pudo ser vista por directores de festivales internacionales y fue invitada a irse de gira por Europa.
La sala empezó a abrir su espacio a otros grupos y manifestaciones artísticas, realizando recitales de poesía, ciclos de cine de culto, conversatorios y conciertos de música.
Cinco años después de abrir el telón, el maestro Pombo, un amante desbordado del jazz, con el deseo de tener cerca a sus amigos músicos, tuvo la idea de crear un festival de esta música.
El encuentro se realizó durante tres años seguidos dos fines de semana y la única motivación y pago real para los músicos, eran las fiestas que se armaban después de las presentaciones.
En la cuarta versión se decidió salir de la sala y presentarlo en el Teatro al Aire Libre Los Cristales, en esta ocasión se invitó al virtuoso músico cubano Chocolate Armenteros, exmiembro de la mundialmente famosa Sonora Matancera y el suceso fue total.
Más de quince mil asistentes subidos hasta en los árboles reventaron el teatro y lo que se inició como una fiesta para poder ver a los amigos, es conocido ya en su catorceava versión como Ajjazgo, uno de los festivales de Jazz más importantes de Latinoamérica.
El festival ha presentado a artistas tan importantes como Diego el Cigala, Omara Portuondo, Eddie Palmieri y Paquito Rivera, ganador del Gramy Anglo en su categoría.
En estos veinte años ha pasado de todo. En una ocasión un vecino molesto por el ruido que generaban los ensayos y espectáculos, pidió a las autoridades locales cerrar el teatro.
Para sorpresa de todos sucedió algo inesperado, los demás vecinos asistieron a las audiencias públicas, oponiéndose al cierre del sitio, episodio que tuvo como desenlace la partida del molesto vecino a otro barrio y el teatro tuvo que hacer la adecuación acústica de sus instalaciones.
Veinte años se dicen fáciles, pero no son pocos y mucho menos cuando se dedican a los avatares del arte y la cultura.
Para fortuna del público, sus seguidores y todos sus tripulantes, este barco que ya ha navegado por los diferentes y más importante puertos artísticos del mundo, solo da luces de querer seguir su rumbo, ebrio de arte, de pasión y de locura.
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